La belleza se percibe, se disfruta y se observa. Puede contemplarse en un paisaje, en una obra de arte o en el rostro de una persona. Sin embargo, el reconocimiento de la belleza natural, que es inherente a cada ser humano, puede plantear algunas dificultades. Así ocurre, por ejemplo, cuando la persona se enfoca en aquellos aspectos que no le gustan cuando se mira en el espejo. Es decir, no da tanta importancia a aquellos rasgos faciales y corporales que realzan su atractivo.
La aceptación potencia la autoestima y la valoración personal
Además, la luz interior se transmite al exterior por medio del lenguaje del cuerpo: está en la sonrisa o en la mirada. ¿Qué relación existe entre la belleza y la aceptación? Este último término hace referencia a la amabilidad y el afecto hacia uno mismo. Es decir, es una expresión de amor propio y autoaceptación.
En ocasiones, la búsqueda de la belleza puede percibirse desde la óptica del perfeccionismo. Algunos estereotipos son especialmente exigentes y difíciles de alcanzar. Además, pueden mostrar una visión limitante de aquellos rasgos y características que se perciben como bellos. En otros casos, el perfeccionismo en la belleza da lugar a la comparación interpersonal. Y la estética parece medirse desde la vinculación con el otro.
La aceptación abraza el ser de forma integral
Pues bien, la aceptación de la belleza personal conecta con el descubrimiento de la esencia única e irrepetible que da vida a cada persona. No significa ignorar aquellas pequeñas imperfecciones que no lo son en sí mismas, sino que se perciben de este modo. La aceptación aporta armonía, calma, equilibrio y tranquilidad a nivel interno. Es decir, proporciona una serenidad que se transmite al exterior.
Existen muchos tratamientos de belleza que alimentan el cuidado de la piel. Pero la aceptación es el ingrediente definitivo que fortalece la autoestima.